

Entre ruinas vive la memoria de un pasado que marcó a América.

San Nicolás de Bari. — En tiempos del coloniaje, el hospital y la iglesia de San Nicolás de Bari formaban una sola unidad. Hoy, lo que queda son muros sin techos, columnas truncadas y arcos restaurados. Aquellos muros que alguna vez acogieron sufrimientos y recogieron plegarias, esas columnas que sostenían capiteles decorativos, y los arcos que combinaban la elegancia de las ojivas góticas con la sobriedad del medio punto y la técnica renacentista de líneas suavizadas, son ahora testigos silenciosos del paso del tiempo.
Fue el gobernador Frey Nicolás de Ovando, comendador de Lares —recordado por su impulso al desarrollo, pero también condenado por la ejecución de la princesa Anacaona— quien ordenó la construcción del edificio a comienzos del siglo XVI. Quizás lo hizo con la esperanza de redimir sus actos de conquistador implacable.
La edificación comenzó en 1503, lo que convierte a San Nicolás de Bari en una de las construcciones coloniales más antiguas de La Española y, por lo tanto, de todo el continente. Fue el primer hospital construido en América.
Hoy en día, los jardines que rodean sus ruinas ofrecen un aire de frescura y calma. Allí, palomas y niños aportan vida y tranquilidad a un lugar que, en el pasado, dio refugio a los olvidados por la salud y la fortuna. Además, por disposición especial del Rey, aquellos perseguidos por la justicia podían acogerse en este recinto y quedar libres de castigos temporales.